Al morir en 1557 Juan III de Portugal, le sucedió en el trono su nieto don Sebastián, que tenía sólo tres años de edad, quedando como regente su abuela Catalina, hermana de Carlos I de España.
El caso es que , según crecía, fue desarrollándose en el joven monarca un obsesivo afán de rememorar los tiempos de las Cruzadas y, en concreto, de dirigir una contra los musulmanes del norte de África.
Con este propósito se reúne con su tío Felipe II en Guadalupe para intentar convencerle de que se una a la empresa, pero éste no se aviene.
No se desanimapor el desaire de su tío y sigue con sus planes. Con mucho esfuerzo consigue reunir un ejército de 17.000 hombres, la mayoría sin experiencia militar, partiendo de Lisboa en junio de 1578. Una vez desembarcado se mantiene varias semanas dudando si asediar o no la ciudad de Larache. Mientras tanto, el rey de Marruecos, Abd el-Malik, organiza un ejército de 70.000 hombres.
El 4 de agosto, en las llanuras de Alcazarquivir (Ksar-el-Kebir), se enfrentaron los dos ejércitos en desigual combate. Ni qué decir tiene que al cabo de un rato no quedaba ningún portugués vivo. Ni siquiera su rey, del que nunca más se supo.
Al morir don Sebastián sin sucesión, el trono recayó, dos años después y tras algunos avatares, en Felipe II de España, que unió así, en su persona, todos los territorios ibéricos y que, unidos a las posesiones ultramarinas de ambas naciones daría pie al dicho de que en sus reinos nunca se ponía el sol.
La aureola caballeresca que rodeó en vida a don Sebatián y el hecho de que su cadáver nunca apareciera tras la batalla de Alcazarquivir dio origen a que surgiera tanto en España como en Portugal la idea de que no había muerto, sino que, escapado providencialmente de la matanza, vivía en algún lugar de Europa, disfrazado y cumpliendo en secreto un voto de penitencia.
Aprovechando esta coyuntura surgieron aquí y allá ciertos personajes que decían ser don Sebastián. Se conoce el nombre de varios de ellos, pero ninguno tan famoso como Gabriel de Espinosa, más conocido como el Pastelero de Madrigal.
Este individuo, natural de Toledo, vivía hacia 1590 en la villa abulense de Madrigal, donde ejercía el oficio de pastelero. También en Madrigal vivía, desterrado de su patria, un fraile agustino portugués, fray Miguel de los Santos. Este fraile al conocer a Gabriel le encontró un gran parecido con don Sebastián, por lo que urdió una trama con la que el pastelero estuvo de acuerdo.
Aprovechando, además, que en el convento del que era capellán estaba recluida a la fuerza doña Ana de Austria, hija natural de don Juan de Austria, el plan del fraile consistía no sólo en hacer pasar a Gabriel por el rey desaparecido, sino también en casar a éste con doña Ana y trasladarlos en secreto a Portugal. Doña Ana, cuya vocación de monja era nula y haría lo que fuera con tal de salir del convento, también se avino.
Pero el secreto no lo fue tanto, y hasta Madrigal llegaron algunos nobles portugueses que reconocieron en Gabriel a su añorado don Sebastián. Felipe II no dio importancia a estos viajes en un principio, pero no tuvo más remedio que hacerlo cuando la falsa noticia de que don Sebastián estaba vivo amenazó con desestabilizar su reino portugués.
El asunto terminó como solían terminar estos casos: Gabriel, ahorcado en Medina del Campo; fray Miguel, ahorcado en la Plaza Mayor de Madrid, y doña Ana trasladada a otro convento en Ávila, más riguroso, donde murió.
J.I. de Arana Historias curiosas de las guerrasMadrid.Espasa Calpe.2001.
Soboul. "Historia de la Revolución Francesa"
Hace 15 años
2 comentarios:
El toledano Gabriel de Espinosa, pastelero de Madrigal de las Altas Torres, impostor
Gabriel de Espinosa, pelirrojo como Don Sebastián, casado con la gallega de Allariz (Orense) Ines Cid
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