¡ Feliz Año Nuevo!. Para comenzar este año 2007 recordaremos una efeméride de la que se cumplen hoy 187 años: el pronunciamiento de Rafael del Riego que dará pie al Trienio Liberal en la España del XIX.
Las intrigas cortesanas, el desorden, la inmoralidad administrativa y los excesos, alcanzaron extremos escandalosos durante el reinado de Fernando VII. El malestar producido por la política real y, muy principalmente, la dejación del verdadero gobierno de la nación en manos de una camarilla de amigos del monarca cuyas ordenanzas tenían prevalencia sobre la de los verdaderos ministros y secretarios, originó diversas sublevaciones que no alcanzaron el éxito. Pero, finalmente, triunfó la de 1820, un levantamiento contra el poder absoluto y corrupto del rey que ha pasado a la historia con el nombre de "la sublevación de Riego".
De familia noble, Rafael del Riego y Flórez Valdés nació en Tuña, Asturias, el 9 de abril de 1784. Su vocación militar le lleva a sentar plaza en la Compañía de Guardias de Corps y durante la Guerra de Independencia participa en numerosos combates contra los invasores franceses. Ya con el grado de Capitán, toma parte en la batalla de Espinosa de los Monteros, cayendo prisionero del enemigo y enviado cautivo a Francia. En 1814 regresa a España y solicita su reincorporación al ejército, la cual le es concedida con el grado de Teniente Coronel y el mando del batallón de infantería "Asturias", acantonado en esos momentos en la población sevillana de Las Cabezas de San Juan. Esta unidad formaba parte del conjunto de tropas que se estaban preparando en las cercanías de Cádiz para marchar a América con el fin de aplastar el movimiento separatista surgido en nuestros territorios de ultramar. Muchos de los jefes militares allí reunidos no ocultaban su pesadumbre con la situación que se vivía en España, descontento sabiamente exacerbado por la masonería y los liberales. Tal día como hoy de 1820, el Teniente Coronel don Rafael del Riego se subleva y proclama la Constitución de 1812. La rebelión se propaga rápidamente a varias ciudades, entre ellas Pamplona, Cádiz, La Coruña, Barcelona y Madrid, produciéndose sonoras algaradas y multitudinarios motines callejeros. Al Conde de la Bisbal, Capitán General de Andalucía, le ordenó Fernando VII sofocar la rebelión, pero lo que hizo fue sumarse a la sublevación, y el general Ballesteros, Jefe del Ejército del Centro, informó a Su Majestad que no tenía confianza en el proceder de sus subordinados. Resignado ante la situación, el monarca accedió a jurar la Constitución y publicó un famoso manifiesto: "Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional": ¡no se podía ser ni más felón ni más perjuro! Formado el primer ministerio, lo preside don Agustín Argüelles quién, desde un principio, contó con la animadversión del Borbón. Le siguieron Feliú, Martínez de la Rosa, Bardají y Evaristo San Miguel, doceañistas ilustres que siempre encontraron la resistencia de los absolutistas y, sobre todo, la del propio monarca, el cual costeaba con el tesoro nacional conjuras anticonstitucionales, armaba partidas y compraba voluntades extranjeras. A pesar de ello, durante este periodo se estableció el Tribunal Supremo, la libertad de imprenta y se dotó de amplios poderes a las Corporaciones Municipales y las Audiencias; se abolió la Inquisición y se acordó la disolución de las órdenes religiosas. Estas medidas anticlericales fueron la gota que colmó el vaso. En 1822 se reunieron en Verona los integrantes de la Santa Alianza -Inglaterra, Prusia, Rusia y Austria- y acordaron que Francia interviniese en auxilio de Fernando VII. El rey francés Luís XVIII puso a su sobrino Luís Antonio de Borbón, Duque de Angulema y exponente del sector más reaccionario de la restauración, al frente de un poderoso ejército que sería conocido como "Los cien mil hijos de San Luís". El 7 de abril de 1823 atravesó la frontera por el río Bidasoa contando, desde el primer momento, con la ayuda del clero y de numerosas partidas realistas. El ejército español se enfrentó a los invasores en Cataluña, pero falto de apoyo popular, debió retirarse. Desde ese momento, la invasión fue un paseo militar. Obligado el Gobierno a capitular después de haber buscado refugio primero en Sevilla y luego en Cádiz, Fernando VII desarrolló una política represiva cruel y sangrienta en la que los liberales fueron perseguidos como bestias o alimañas. El General Ballesteros reconoce el poder absoluto del rey y Riego, con las escasas fuerzas que le siguen, se ve traicionado y se retira, dirigiéndose a Jaén. En el pueblo de Anquilas es hecho prisionero por los absolutistas, quienes lo trasladan a Madrid donde será juzgado y condenado a muerte por el delito de alta traición y lesa majestad. El 7 de noviembre de 1823, después de ser arrastrado por las calles de Madrid dentro de un serón tirado por un asno, Rafael del Riego fue ahorcado y su cuerpo descuartizado, siendo sus restos repartidos por varias ciudades españolas. En la Plaza de la Cebada, una muchedumbre vociferante cubría de vituperios a quien tres años antes vitoreaba como un héroe. Puede que, antes de morir, las últimas palabras que escuchara Riego fueran la de aquella turbamulta gritando ¡Vivan las caenas!
Visto en Efemérides
Soboul. "Historia de la Revolución Francesa"
Hace 15 años
1 comentarios:
Le quedo muy agradecido por citarme en un blog tan interesante y ameno como es "Historiantes".
Reciba un atento saludo.
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