Normalmente, en la cultura occidental, cuando saludamos a alguién le damos un fuerte apretón de manos, pero, a igual que otras muchas otras cosas de nuestra vida diaria, tiene un origen que, en la mayoría de los casos, desconocemos. Al parecer, el apretón de manos podemos interpretarlo desde dos orígenes distintos, Un de ellos en Oriente.
Resulta interesante saber que el apretón de manos no es producto de la sociedad moderna, ni tampoco exclusivo del mundo Occidental. Su origen se remonta a más de 5 mil años en el pasado, atestiguado por los jeroglíficos egipcios que representan pactos y arreglos entre hombres y deidades que, solemnemente, aprietan sus manos en señal de acuerdo. Sin embargo, uno de los antecedentes históricos más importantes proviene de Babilonia hace casi unos 4 mil años, más exactamente sobre el 1800 a.C. Durante la festividad de Año Nuevo, el monarca babilonio debía realizar un cortés acto de sumisión ante Marduk. Este acto consistía en dirigirse hacia la estatua de dicha deidad y, en señal de respeto, estrechar su mano. Este acto, que originalmente significaba el traspaso o conferencia de poder se vio modificado tras una gran guerra. Cuando los asirios invaden Babilonia, sus reyes, quienes se ven obligados a continuar con dicho acto como señal de respeto para evitar que el pueblo conquistado se rebele, empiezan a estrechar la mano de Marduk. Prontamente los asirios comenzarían a creer que esto era una tradición general y la adoptarían difundiéndola como suya por todo Oriente Próximo.
En Occidente, el origen podemos encontrarlo en la cultura greco-romana con un significado más práctico. En Grecia y Roma se estilaba a saludar estrechándose las manos pero de manera diferente de como lo hacemos hoy día. Allí se estrechaba agarrando la muñeca de la otra persona y apretando fuerte. Esto, si bien tanto en la Grecia post-homérica como en Roma se convirtió en una costumbre, viene de un ritual muy antiguo. Cuando en las primeras etapas de Grecia, marcada por varios dialectos y subculturas, se encontraban dos aldeanos de pueblos diferentes en el medio del campo, o viajeros en los caminos desolados, lo primero que hacían era retirar sus dagas y ver como reaccionaba la contraparte. Si ésta mostraba signos de no querer pelear se procedía a guardar la daga y agarrar fuertemente la muñeca derecha del contrincante -en señal de que uno no retiraría su daga y lo apuñalaría a traición-, entonces ahí, podrían dialogar tranquilamente y saber si la otra persona tenía algo para intercambiar o comprar.
Visto en Anfrix
Soboul. "Historia de la Revolución Francesa"
Hace 15 años
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