La confesión en la Inquisición

Bernardo Gui: La Práctica de Inquisición (c.1307-1323)
(La confesión)

Cuando un hereje es presentado por primera vez para ser examinado, él asume un aire de seguridad, como para asegurar su inocencia. Le pregunto por qué ha sido traído ante mí. Él responde, sonriente y cortés, "Señor, me agradaría saber la causa de usted."

Yo: A usted se le acusa de hereje, y de creer y enseñar cosas diferentes a las que la Santa Iglesia cree.

A. (Levantando los ojos al cielo, con un aire de la fe más grande) Señor, tú sabes que soy inocente de esto, y que nunca he tenido fe diferente a la del cristianismo verdadera.

Yo: Usted dice que su fe es cristiana, puesto que usted considera la nuestra como falsa y hereje. Pero le pregunto, ¿ha creído usted en una fe diferente a la que la Iglesia Romana declara como la verdadera?

A. Creo la fe verdadera que la Iglesia Romana cree, la cual usted nos predica abiertamente.

Yo: Quizás hay algunos miembros de su secta en Roma a quienes usted llama la Iglesia Romana. Yo, cuando predico, digo muchas cosas, algunas de las cuales son comunes entre nosotros, por ejemplo, que Dios vive, y usted cree algunas de las cosas que predico. No obstante usted puede ser un hereje debido a que no cree otras cuestiones que debieran creerse.

A. Creo todas las cosas que un cristiano debe creer.

Yo: Conozco sus artimañas. Lo que los miembros de su secta creen es lo que usted dice que un cristiano debe creer. Pero malgastamos tiempo en esta treta. Diga claramente, ¿cree usted en un Dios el Padre, y en el Hijo, y el Espíritu Santo?

A. Creo.

Yo: ¿Cree en Cristo nacido de la Virgen, quien sufrió, fue resucitado, y ascendió al cielo?

A. (Vigorosamente) Creo.

Yo: ¿Cree usted que el pan y el vino en la misa realizada por los sacerdotes se transforma en el cuerpo y la sangre de Cristo por virtud divina?

A. ¿No debo creer yo esto?

Yo: No le pregunto si debe creerlo, sino si usted lo cree.

A. Creo todo lo que usted y otros doctores buenos me ordenen a creer.

Yo: Esos doctores buenos son los maestros de su secta; si yo digo algo de acuerdo con ellos usted cree con mí; si no, no.

A. Creo voluntariamente lo que usted cree, si usted enseña lo que es bueno para mí.

Yo. Usted lo considera bueno para usted si enseño lo que sus otros maestros enseñan. Diga, entonces, ¿cree usted que el cuerpo de nuestro Señor Jesucristo está en el altar?

A. (Inmediatamente) Creo que un cuerpo está allí, y que todos cuerpos son de nuestro Señor.

Yo: Le pregunto si el cuerpo que está es el del Señor, que nació de la Virgen, fue colgado en la cruz, se levantó de entre los muertos, ascendió, etc.

A. ¿Y usted, señor, usted no lo cree?

Yo: Lo creo enteramente.

A. Creo de modo igual.

Yo: Usted cree que yo lo creo, pero no es eso lo que le pregunto, sino si usted lo cree.

A. Si usted desea interpretar todo que digo de otro modo que lo que digo simple y llanamente, entonces no sé qué decir. Soy un hombre sencillo e ignorante. Pido que no me haga tropezar en mis palabras.

Yo. Si usted es sencillo, responda simplemente, sin evasiones.

A. Con mucho gusto.

Yo: ¿Jura entonces que usted nunca ha aprendido nada contrario a la fe que creemos ser verdadera?

A. (Poniéndose pálido) Si debo jurar, juraré dispuestamente.

Yo: No le pregunto si usted debe jurar, sino si usted jura.

A. Si usted me ordena a jurar, juraré.

Yo: Yo no le fuerzo a jurar, porque como usted cree que todos los juramentos son ilícitos, usted transferirá el pecado a mí que lo forcé; pero si usted jura, yo lo escucharé.

A. ¿Por qué debo jurar si usted no me lo ordena?

Yo: Para poder quitar la sospecha de que usted es un hereje.

A. Señor, no sé cómo hacerlo a menos que usted me enseñe.

Yo: Si tuviera que jurar, yo levantaría la mano y separaría los dedos y diría, "Que Dios me ayude, nunca he aprendido herejías ni creído nada opuesto a la fe verdadera."

Entonces, temblando como si no pudiera repetir las palabras, él continúa desvariando como si hablara consigo mismo o en nombre de otro, afirmando que no existe una forma absoluta de juramento y sin embargo dando la apariencia de haber jurado. Si las palabras están allí, son torcidas de modo tal que él no jura y sin embargo parece haber jurado. O él convierte el juramento en una tipo de oración, como "Dios ayúdame que no soy hereje ni nada similar"; y cuando se le pregunta si ha jurado, él dirá: "¿No me oyó que juré?" [Y cuando se le presiona de modo adicional, él apela diciendo] "Señor, si he hecho alguna cosa mala, estoy dispuesto a soportar la penitencia, sólo ayúdeme a evitar la infamia de la cual se me acusa aunque sin malicia ni culpa de mi parte." Pero un inquisidor vigoroso no debe permitirse ser manipulado de esta manera, sino que debe proceder firmemente hasta lograr que estas gentes confiesen su error, o por lo menos renuncien públicamente a la herejía, de modo que si subsecuentemente se descubre que juró falsamente, se les puede abandonar al brazo secular sin que medie audiencia adicional."

FUENTE
H. C. LEA.
Historia de la Inquisición de la Edad Media. Nueva York. Harper & Brothers. 1887. Vol. 1, págs. 411-414. (es traducción). Extraído de BERNARDO GUI Practice Inquisitionis hæreticae pravitatis.(c.1307-1323)

Recomiendo: El Nombre de la Rosa.1986.Jean-Jacques Annaud.

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3 comentarios:

Anónimo dijo...

Delicioso diálogo (visto desde fuera).
Casi tan delicioso como el monólogo aquel -"Vivo sin vivir en mí y de tal manera muero, que muero porque no muero..."
O algo así, yo que sé, el caso es retorcer

Anónimo dijo...

Juro que nunca juraré nada...

Martín dijo...

Es un diálogo realmente enloquecedor. Una sumisión absoluta por parte del interrogado y paranoia pura por parte del interrogador. Masoquismo por parte de uno, sadismo por parte del otro.