En su nuevo libro, Franco y Hitler, el hispanista norteamericano Stanley G. Payne expone las relaciones políticas, militares y económicas existentes entre Franco y Hitler y cómo la superación de éstas por el dictador español le permitió la pervivencia en su longevo régimen.
El historiador, caracterizado por su derechismo político, expone que tuvo acceso a un gran número de documentos, algunos inéditos, que le ayudaron a confeccinar su obra. La fuente más sistemática son las recopilaciones de notas de Hitler por un oficial militar recogidas en las 700 páginas de sus Conversaciones de sobremesa, que datan de los años 1942 a 1945.
La información que he recogido para la confección de este artículo, la he extraído de diversas fuentes intentando la reproducción más fiel posible y que, como de costumbre, citaré al final del artículo. He dividido en varios apartados la información con el fin de facilitar una visión esquemática de las palabras del autor con respecto a esta obra.
Hitler, la Yihad y España
Según el autor, Hitler no tenía un gran conocimiento de la Historia de España, parecía desconocer tanto la Reconquista como el Siglo de Oro pero se mostraba atraído por el Islam que llegó a considerar en una ocasión como la mejor de las religiones, por su sencillez teológica y su insistencia en la guerra santa. Este motivo le llevaría a considerar que la hegemonía islámica produjo "la época más intelectual y la mejor y más feliz en todos los sentidos de la historia española". "Sin embargo, en España, después de los musulmanes llegó el azote de la cristiandad. Hitler lamentaba que el Islam no se hubiera extendido por toda Europa Occidental, ya que, de haber sustituido al cristianismo en Alemania, y respaldado por la innata superioridad racial de los alemanes, combinada con el Islam, les habría llevado a conquistar gran parte del mundo durante la Edad Media".
En base a su poca lectura de la Historia de España y de sus prejuicios raciales, las impresiones de Hitler respecto a los españoles eran generalmente negativas. Para él, éstas estaban repugnantemente identificadas con el catolicismo, algo que Hitler aborrecía, especialmente el catolicismo español. Aunque valoraba a España desde sus habituales fantasías raciales, pontificando que "en el pueblo español hay una mezcolanza de sangre gótica, franca y mora".
Paradójicamente aquel que se abanderó como un cruzado despertando los mitos de la Reconquista, tuvo como aliado a un admirador de la Hispania islámica.
Por otra parte, Payne señala que “Hitler valoraba el hecho de que la controlada prensa de España, por lo menos hasta 1943, concediera al Reich un trato más favorable que ningún otro Estado no beligerante, de manera que, en cierto momento, soltó que "en todos los sentidos, ¡la prensa española es la mejor del mundo!". Además, a pesar de su repugnante religión, los españoles eran notables por cierta elegancia y estilo. "España es un país hacia el que es imposible no albergar sentimientos de afecto. Los españoles están llenos de grandeza y, en la guerra, de valor.... No creo haber encontrado a nadie que no admire profundamente a los españoles". Por este motivo consideraba que un acercamiento entre España y los Estados Unidos era una imposibilidad. Los valores materialistas de Norteamérica y los ideales heroicos de los españoles les separaban profundamente”.
La ayuda a España
Hitler mostró poca simpatía por Franco. Al principio le subestimaba; luego pensó en España como un reducto de materias primas, especialmente wolframio y por su valor estratégico; más tarde pidió al dictador gallego que entrara en guerra... y finalmente llegó a lamentar que la amenaza comunista le hubiera obligado a intervenir en España. Por un lado, por la actitud titubeante de Franco en las negociaciones, por otro porque, de no haber sido así, "los clérigos habrían sido exterminados" y habría sido lo mejor para el país, incluso vio en el izquierdismo revolucionario de España una respuesta justificada "a una interminable serie de atrocidades. Es imposible concebir cuánta crueldad, ignominia y falsedad ha significado el cristianismo para este mundo nuestro".
“Hitler creía que su apoyo sería estratégicamente importante. Pero España era un país periférico cuya importancia se limitaba a intereses económicos. En cambio, para la Italia de Musolini, como potencia mediterránea, España resultaba fundamental. Su ayuda fue más abundante y sus términos, más generosos: se le condonó casi el 40 por ciento de la deuda. Después, al comenzar la guerra mundial, Italia ya no podía ayudar a España. Y Franco entendía eso y pensó que la ayuda tenía que venir de Alemania”.
Según Payne, “la ayuda soviética fue mayor, pero menos eficiente, porque la alemana y la italiana se mantuvieron de un modo sistemático”, “los envíos soviéticos se enfrentaban a la marina italiana y a sus submarinos, así como a los barcos de Franco. Eso forzó después a trasladarlos por Francia, un camino más costoso y largo. La situación de la URSS como potencia europea a la vez que asiática recortó mucho las posibilidades sobre todo a partir de la guerra chino-japonesa. Podía invertir cierta cantidad en España, pero no demasiado. La hegemonía soviética existía en el bando republicano, pero no era total, porque ni el Ejército ni el Gobierno de Negrín estuvieron totalmente dominados por los soviéticos”.
La “no beligerancia”
"Aunque Franco debía a Alemania una deuda por su ayuda, España nunca entró en la Guerra Mundial, pero tampoco fue neutral. Se declaró 'no-beligerante', término que se inventó Mussolini". Según Payne , para justificar la ayuda española que España dio a Alemania en términos económicos, logísticos y políticos. El hispanista recalca que el gobierno español colaboró con las potencias del Eje "mucho más que cualquier otro país neutral".
Payne divide el periodo de "no beligerancia" española en dos etapas, la primera, desde junio de 1940 hasta diciembre de 1942, cuando se pensaba en intervenir hasta que el éxito del desembarco de los Aliados en el norte de África reveló que nunca sería aconsejable, puesto que Hitler nunca alcanzaría la victoria.
“En agosto de 1940 la actitud de Hitler hacia España cambió con la caída de Francia y, si Franco expresó su interés de participar en la guerra europea al lado de Alemania, durante seis semanas el Führer se desinteresó, creyendo Inglaterra al borde del colapso”
Pero después, “Hitler pidió que España entrara en la contienda para facilitar la toma de Gibraltar y la clausura del Mediterráneo. Las negociaciones, en septiembre y octubre, culminaron sin acuerdo en el famoso encuentro de Franco y Hitler, en Hendaya”.
Franco le comunicó a Hitler -a través de su ministro de Asuntos Exteriores, Serrano Suñer- que España no podía entrar "por gusto" en el conflicto. Exigía, como contraprestación, el control de Marruecos, el oranesado en Argelia, buena parte del territorio francés en África Occidental y más gran apoyo militar y económico. Por su parte, Hitler quería una de las islas Canarias, Guinea Ecuatorial y, además, no podía incomodar al Gobierno de Vichy con las pretensiones coloniales españolas en Marruecos. “Aquí lo fundamental es que España era más débil que Italia. En una carta de Franco a Serrano Súñer le decía que España no podía entrar por gusto en la guerra, sino que tenía que haber contrapartidas importantes tanto en territorios como en apoyo económico y militar. Y Hitler no estaba en condiciones de entregar tanto”.
Estas condiciones impuestas por Franco ponían a Hitler entre la espada y la pared, ya que “tras la invasión de Francia en junio de 1940, los alemanes no querían enfrentarse al régimen de Vichi, afecto a ellos”, “Si Hitler cede a las pretensiones de Franco, los franceses colaboracionistas de los alemanes se hubieran sentido humillados, lo que hubiera resultado peligroso para los intereses de Alemania”.
El dictador español exigía mucho, a sabiendas de que nunca lo obtendría. “Se negó a invadir Gibraltar a cambio de nada”, “pero estaba dispuesto a hacerlo si sacaba esas contrapartidas”. Tampoco tenía claro que Hitler saldría triunfador, ni siquiera al principio, cuando todo estaba a su favor. “Franco se salvó porque, a diferencia de Mussolini, no cometió el error fundamental de intervenir directamente en la guerra”.
“A Hitler le disgustó sobremanera que Franco no le devolviese el favor y no entrase directamente en la guerra. E insistió en que el franquismo nunca podría sobrevivir a la posible derrota del Tercer Reich. Aunque el régimen de Franco, en realidad, colaboró mucho más con la Alemania de Hitler que cualquier otro gobierno europeo de los que no entraron en la guerra, tanto en la dimensión de la diplomacia, como en relaciones comerciales y económicas, intercambio cultural, organización de la propaganda y hasta en aspectos técnicos militares. Entre ellos, el envío de una división especial de tropas españolas, la famosa División Azul, para combatir con la Wehrmacht en el frente ruso”.
“Franco pensaba que se había hecho lo posible para compensar a Alemania por su ayuda durante la guerra civil, pero progresivamente tuvo que sujetarse a las demandas de los aliados, ya que la economía española dependía de comestibles, petróleo y otros productos. Se vio obligado a confirmar a los anglo-americanos que no entraría en la guerra, y, "desde mayo de 1944, perdió la mayor parte de su espacio de maniobra"”.
La entrevista de Hendaya
Al parecer, la entrevista con Franco en Hendaya en octubre de 1940, no le causó una agradable sensación al führer. “Hitler solía dominar todas las conversaciones, pero encontró en Franco a un español sorprendentemente locuaz, que insistía en hablar mucho de sí mismo. Aburrió al führer con dos horas de relatos sobre la importancia de Marruecos en la historia de España, y de anécdotas personales de sus campañas militares allí, un modo de discurrir muy típico del caudillo. Tener que escuchar tantas historias de lo que estimó ser una pequeña campaña colonial irrelevante disgustó a Hitler, y después mencionó enojado a su intérprete Paul Schmidt que, antes de pasar por semejante experiencia otra vez, preferiría que le "sacaran tres o cuatro muelas"”.
No solo Franco despertó la antipatía de Hitler. “Parecía desconocer que Serrano Suñer había sido el mejor amigo de Alemania en el régimen de Madrid y le consideraba en gran parte responsable por el hecho de que España no hubiera entrado en la guerra. Hitler tachaba a Serrano de "jesuítico" y declaró que desde su primera reunión con él, fue "consciente de una sensación de repugnancia"”.
Por otra parte, respecto a la ayuda militar española a las potencias del Eje, Hitler se formó una impresión totalmente entusiasta de la actuación militar de Muñoz Grandes y los soldados de la División Azul. Dijo que, aunque las tropas españolas parecían ser "tremendamente indisciplinadas" y "una pandilla de golfillos", "nunca cedieron ni un palmo de terreno" al ser atacadas: "No cabe imaginarse tipos más intrépidos. Pocas veces se ponen a cubierto. Desprecian la muerte. En cualquier caso, sé que nuestros hombres están siempre contentos de tener cerca a los españoles en su sector".
Calificó a los españoles como "los únicos latinos dispuestos a luchar", en oposición a italianos y franceses.
En la segunda etapa, entre diciembre de 42 y octubre de 43, se mantuvo oficialmente la "no beligerancia", pero ya sin intención de entrar en la guerra, y sí de ayudar a Alemania a obtener los términos de una paz por separado en el occidente de Europa.
Los planes de Hitler para España
Payne señala que “en 1943, Hitler estaba convencido de que el Estado español se precipitaba "hacia un nuevo desastre". "Hay que tener cuidado de no poner el régimen de Franco al mismo nivel que el nacionalsindicalismo o el fascismo", puesto que éstos, argumentaba, eran "revolucionarios" y aquél repelentemente clerical y reaccionario. En cambio, de los aproximadamente 50.000 obreros españoles que trabajaban en la industria de guerra alemana, la gran mayoría eran ex republicanos alistados desde Francia para mejorar sus condiciones económicas. Principalmente ex sindicalistas de la anarquista CNT. Trabajaban bien en las fábricas y de ellos Hitler recibía informes muy positivos, llevándole a la conclusión de que estos "rojos" españoles "no son rojos según nosotros lo entendemos". Valían mucho, creía, y quería "tenerlos como reserva en el caso de que estalle una segunda guerra civil”.
Según dice el autor, Hitler fantaseó que, una vez que hubiera ganado la guerra en Europa, intervendría en España la segunda vez para derrocar su régimen, reemplazándolo por un sistema verdaderamente "revolucionario" dirigido por falangistas y cenetistas. Esto eliminaría para siempre a la "mugre clerical-monárquica" que dominaba en Madrid.
La astucia de Franco
Los titubeos de Franco en las negociaciones con Hitler y la debilidad económica de los primeros años de dictadura, así como el alejamiento progresivo de las potencias del Eje, salvaron al caudillo del mismo final que es de sus aliados. Aunque el nexo entre el régimen de Franco y la Alemania nazi pervivió y mancilló al régimen español con lo que se ha llamado con frecuencia "el estigma del Eje", que abocó a la situación de semi aislamiento del Gobierno de Franco después de la guerra y hasta el comienzo de la Guerra Fría.
Posteriormente, “Estados Unidos se dio cuenta de que España gozaba de una buena situación geoestratégica y no dudó en acercarse al régimen franquista; en política nadie hace favores de manera gratuita”.
Franco, los judíos y Portugal
Según Payne, la política española hacia los judíos fue "fue, como no podía ser menos tratándose de Franco, muy ambigua". Y desde otoño de 1944 hubo intentos de exagerarla para escapar del estigma del Eje, “quería lavar la imagen, desmarcarse del estigma de los simpatizantes del Eje”. Como indica el historiador, los judíos recibieron ayuda, pero ésta surgió al final de la guerra. “No repatrió a España a más de dos mil sefardíes, pero permitió que todos los judíos con visados de tránsito pasaran a España antes de su traslado definitivo a otros países”.
Por otro lado, Franco y Hitler, es la primera obra que aporta material del plan de invasión de Portugal del que nunca se ha hablado. Según su autor "hubo un plan, pero nunca la intención de llevarlo a cabo".
FUENTES
DEMICHELI, Tulio. «Es el PSOE el que tiene una historia negra, no el PP» Stanley G. Payne _ Hispanista [en línea]. [Madrid]: ABC, 2008 [Consulta: 11/03/08] http://www.abc.es/20080311/cultura-cultura/psoe-tiene-historia-negra_200803110250.html
EFE. Payne: "Sin la ayuda de Hitler, la insurrección de Franco hubiera fracasado" [en línea]. [Madrid]: La Vanguardia, 2008 [Consulta: 10/03/08] http://www.lavanguardia.es/lv24h/20080310/53444562800.html
EUROPA PRESS. Stanley G. Payne demuestra en su último libro que Franco estuvo al lado de Hitler [en línea]. [Madrid]: El Mundo, 2008 [Consulta: 10/03/08] http://www.elmundo.es/elmundo/2008/03/10/cultura/1205167399.html
PAYNE, Stanley G. El día que Hitler pensó en apoyar a los 'rojos' [en línea]. [s.l.]: Suplemento El Mundo, 2008 [Consulta: 09/03/08] http://www.elmundo.es/suplementos/cronica/2008/647/1205017211.html
YEBRA, T.G. «Uno de los planes de Hitler era derrocar a Franco a través de los falangistas» [en línea]. [s.l.]: larioja.com, 2008 [Consulta: 11/03/08] http://www.larioja.com/20080311/cultura/planes-hitler-derrocar-franco-20080311.html
IMAGEN
Stanley G. Payne con una fotografía de Hitler
EUROPA PRESS. Stanley G. Payne tumba el mito de que Franco no estuvo al lado de Hitler durante la Segunda Guerra Mundial en un libro [en línea]. [Madrid]: Europa Press, 2008 [Consulta: 10/03/08] http://www.europapress.es/00126/20080310164146/stanley-payne-tumba-mito-franco-no-estuvo-lado-hitler-segunda-guerra-mundial-libro.html
Soboul. "Historia de la Revolución Francesa"
Hace 15 años
4 comentarios:
Un artículo excelente y muy completo.
Gracias. La verdad es que me he limitado a hacer una construcción con las frases del autor.
Qué bueno, lo de Hitler de que le sacasen "tres o cuatro muelas" antes de volver a pasar por lo mismo. Circulaba la anécdota en versión de los simpatizantes del régimen (más que Payne, digo), pero ahí se presentaba como prueba de lo astuto y duro negociador que era Franco, capaz de hacer sudar al propio Hitler - y no como esta interpretación más probable: que Franco era un pelmazo de pesadilla. Lo cual por otra parte igual resultó beneficioso para evitar futuros encuentros...
Esto como todo, depende del cristal con que se mira, y ésto más aún.
Fuera porque Franco era un negociador nato que en una sola entrevista le puso los puntos sobre las íes al mismísimo Hitler ("versión NO-DO"), o fuera porque un tú a tú con Franco era más desagradable que la visita a un odontólogo no titulado de los de antes, el caso es que no hubo un segundo Hendaya y Franco (y su régimen) no se ganó, precisamente, la simpatía de su interlocutor.
Un saludo, Joseangel.
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